viernes, 14 de febrero de 2014

Berlín

He pasado unos días en una ciudad que cada vez me gusta más. No solo por sus barrios inmensos, donde conviven personas muy difentes. Sobre todo me gusta por el silencio que hay en todas partes.Apenas circulan coches, al menos no tantos como en otras partes. Es una ciudad con pocas cuestas, así que todo el mundo va en bici. Tiene muchos comercios donde se venden cosas de segunda mano. Se pueden encontrar telas , muebles, vajillas, alfombras..... todo ello con sabor a viejo, pero con el encanto de que cada objeto tiene su propia historia. Me gusta Berlín, hay tanto espacio, tanta gente joven por la calle, que me olvido de todo y mi cabeza se llena de proyectos. He venido renovada. No he percibido el afán por comprar y consumir como en mi país.Y eso me ha gustado mucho.
Visité un jardín botánico y mi mente que siempre se relaja en la naturaleza, voló y se transformó en planta y volví a sentir el mimetismo que siento cada vez que la admiro. Sin las plantas y  los árboles la vida no existiría. Así de sencillo.Y así de grande. Las descubrí siendo una niña, y cada vez que veo un brote verde que crece entre el cemento, imagino a un creador capaz de hacer cosas que áun tenemos que descubrir, muchas más que las que ven nuestros sentidos. Y que quizá expliquen tantas cosas.
Al salir del jardín, la vida de la cuidad me atrapó y Berlín me pareció el sitio perfecto para escuchar el silencio, a pesar de los millones de personas que la habitan, a pesar de toda la historia que la acompaña. Si tuviera que definirla con un color, diría que es una ciudad con todos los colores del arco iris.Quizá sea porque la pasee acompañada de una persona genial, mi hija.



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